La muestra se centra en la artesanía repostera húngara y en la costumbre, muy vinculada a la Navidad, de confeccionar figuras melindre, formas y adornos hechos de una masa de harina y de miel con especias aromáticas. El público que la visite conocerá los orígenes y la evolución de esta tradición. Son más de 300 piezas preparadas por más de 20 artesanos de melindre de diferentes regiones de Hungría. Hasta el próximo 11 de diciembre, el público interesado podrá ver en directo el trabajo de dos artesanos húngaros y las técnicas de elaboración y decoración de estas figuras.
El arte del melindre
Los orígenes del melindre en Hungría se remontan a la Edad Media, al período de la fundación del Estado cristiano en el año 1000. La elaboración de este dulce se cree que fue importada desde Europa Occidental. El melindre está estrechamente vinculado con la miel y consecuentemente con la apicultura. Durante la dinastía de la Casa Real de Árpád (siglo XI y XIV) se introdujo la elaboración de melindres en primer lugar en los monasterios donde igualmente fundían velas o figuras hechas de cera de miel. El oficio del "melindrero" se menciona por primera vez en 1397 en el libro catastral de Sopron, Hungría. Aunque el melindre es un producto perecedero se conservaba muy bien mediante las recetas o los moldes de madera.
El primer gremio de artesanos de melindre y de fundición de cera se creó en 1619. No obstante, hasta 1973 no se estableció ningún centro importante salvo en Debrecen, que lo sigue siendo en la actualidad.
Los melindres se preparaban bien de manera casera o en talleres de artesanía y las formas utilizadas primero correspondían al gusto/estilo renacentista o barroco representando escenas bíblicas, mitológicas o religiosas. Se difundió en las salas de la aristocracia y entre los ciudadanos de la corte real y se convirtió en la costumbre regalar melindres a los conocidos y a los miembros de la familia en varias fechas como Navidad, Año Nuevo, Pascua, Pentecostés, entre otras.
En el siglo XVIII las figuras recogen un gusto más secular de la burguesía: figuras femeninas y masculinas, bebés ricamente vestidos y adornados o carruajes. En el siglo XIX se empezaron a colorear los objetos de melindre y llegaron a ser muy populares en la sociedad rural. Se vendían en las fiestas patronales, en las romerías y en los mercadillos simplemente como objetos de recuerdo o regalo. Esto significó un cambio importante en la historia del melindre que dejaba de ser alimento para convertirse más en un obsequio.
En cuanto a las técnicas, el moldeado de melindre puede realizarse bien con las manos, con moldes de pastelería o con otros tradicionales de madera.
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