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EC2012 se piensa desde el deseo de hacer de la encrucijada un punto de encuentro, de mostrar el vivo territorio líquido de lo escénico y la complejidad de hablar del presente en el presente, de un modo en que lo singular y lo íntimo se conviertan en un ejercicio de comunidad. No hay certezas ni paradigmas sobre qué es o debe ser un festival, qué es o debe ser la escena, o qué es o debe ser lo contemporáneo. Pero sí el deseo de no dejar pasar los tiempos y espacios de encuentro. De seguir participando del hecho escénico con conciencia renovada de la fuerza que le confiere su propia fragilidad. De asistir a lo contemporáneo, más que como una suma de criterios, voluntades o decisiones, como algo que se teje en las sincronías de lo que nos inquieta y preocupa.
Aparece entonces lo contemporáneo como algo que no consiste en ser más joven o más viejo, más radical o más en diálogo con la tradición, sino como una actitud, una mirada atenta que nos abre horizontes y que nos pone en el lugar de habitar los vínculos entre la experiencia poética y la compleja realidad que nos rodea. Y este estar atento parece que toma formas que, en medio de la diversidad, nos señalan preocupaciones y necesidades de nuestros tiempos. Si asistimos a las obras que se presentan en el Festival, veremos que la memoria, la revisión del pasado, el valor del documento, la tensión entre realidad y ficción, la exploración del territorio entre el espectador y la obra, la vocación comunitaria y el cuestionamiento de las representaciones afectivas y políticas configuran una especie de retrato de la preocupación de un presente con necesidad de repensarse. En esta edición, EC2012 quiere ser, más que nunca, no una suma de eventos, sino una totalidad por construir.
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