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El conflicto que la obra presenta, en clave de comedia tremendamente hilarante, permite reflexionar sobre algo tan actual como la aceptación de programas televisivos de baja calidad que una parte de la población critica pero que, sin embargo, son asumidos como algo inevitable. Tal y como se sugiere en el título, en la obra escrita por Paul Rudnick en 1991 se plantea el interrogante de si Hamlet, de Shakespeare interesa al público actual.
El conflicto que la obra presenta, en clave de comedia tremendamente hilarante, permite reflexionar sobre algo tan actual como la aceptación de programas televisivos de baja calidad que una parte de la población critica pero que, sin embargo, son asumidos como algo inevitable. Programas banales, de contenido zafio y carente de valores éticos o artísticos que admitimos sin más. Por otro lado, en Odio a Hamlet, se reflexiona sobre la actitud del artista en nuestra sociedad, una figura que, en cierto modo, adquiere un compromiso, no sólo con su arte, sino también con el entorno social que le rodea.
A Andrew, famoso actor de serie televisivas, le proponen interpretar a Hamlet en un festival teatral de verano y al mismo tiempo, ser un patético héroe con superpoderes en una nueva serie de televisión que se espera sea todo un éxito de audiencia y que le consolidará definitivamente en el estrellato. ¿Qué camino elegir, la calidad artística pese a que puede acarrearle penurias económicas o el fácil enriquecimiento a costa de prestar su imagen a ridículas teleseries? El desarrollo y la resolución de esta encrucijada vital centran la historia de Odio a Hamlet, obra del guionista y novelista norteamericano Paul Rudnick, un inteligente y agudo observador del alma humana y de la realidad que le rodea. Rudnick ha situado esta obra en un contexto que conoce a la perfección: el de la vanagloria y la maraña de intereses que se crean alrededor de la televisión.
En torno al indeciso Andrew gravitan cinco peculiares personajes que espesan la intriga y la convierten en un valiosísimo fresco humano y social: su romántica novia Deidre -símbolo de la pureza física y existencial-, su representante artística, un productor televisivo, una agente inmobiliaria y el fantasma de un afamado actor teatral que encarnó a Hamlet en su día y hoy regresa de la tumba para intentar servir de guía a Andrew. La dirección de la obra, así como su traducción y versión, corre a cargo de Juan Pastor que eligió el texto de Rudnick por su calidad, pero también porque propone una refrescante reflexión ante el dilema por el que atraviesan tantos jóvenes actores que buscan una oportunidad. La obra, además, tiene un fondo de compromiso y de reflexión sobre diferentes aspectos que afectan al ser humano en nuestra sociedad, línea que junto a la seriedad y el rigor artístico caracteriza la trayectoria del Teatro Guindalera.
Del 20 de diciembre de 2012 al 6 de enero e 2013 (Sala Verde)
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