MADRID
El invierno nos brinda la oportunidad de contemplar la estrella más brillante del cielo nocturno: Sirio, situada en la constelación del Can Mayor, visible desde Madrid a poca altura sobre el horizonte Sur. Cerca, en la constelación de Orión, encontramos una maravilla celeste: la Gran Nebulosa de Orión: una inmensa nube de gas y polvo en la que están naciendo nuevas estrellas y donde, posiblemente, se están formando sistemas planetarios como el nuestro.
No muy lejos de ella, en la constelación del Toro, también podemos asombrarnos al mirar las Pléyades: un conjunto de estrellas muy jóvenes, casi recién nacidas, ligadas gravitacionalmente y que podemos observar en el cielo formando un pequeño racimo de siete estrellas. A través del telescopio se observan muchas más, unas 200, y en una fotografía de larga exposición aparecen rodeadas de una hermosa nube de gas y polvo de color azul intenso, resto de la nebulosa a partir de la cual se formaron.
Al transcurrir la noche vemos cómo unas estrellas y constelaciones se ponen por el horizonte Oeste, mientras otras salen por el Este. Es la consecuencia del movimiento de rotación de la Tierra, cuyo eje imaginario apunta a la estrella Polar, por lo que todo el cielo parece girar a su alrededor.
La observación del cielo en días sucesivos, nos recuerda que la Tierra también gira alrededor del Sol: al avanzar la estación, nos vamos asomando a un nuevo paisaje de estrellas; cada vez vemos más pronto en la noche constelaciones típicas de la primavera, y dejamos de ver antes las que caracterizan al otoño. Otros astros van cambiando de aspecto con los días: la Luna varía su fase, algunos planetas se dejan ver y otros no...Cada noche tenemos así ante nuestros ojos un cielo nuevo, diferente al de la noche anterior; un cielo que estará a su alcance y actualizado día a día en el Planetario de Madrid.
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